viernes, 28 de diciembre de 2018

Sujeto 18.


La guirnalda de luces parpadeaba entre el espumillón, las bolas de colores y los bastones de caramelo que adornaban el abeto de plástico junto al diorama del pesebre, con los crismas navideños como testigos mudos de lo que acababa de suceder, mientras el hombre escribía de forma frenética en su libreta.

Sobre un charco de sangre descansaba el cuerpo sin vida de Carmen, que había estado tan concentrada colocando todos los adornos navideños, que ni siquiera escuchó el ruido de la puerta al abrirse, ni los pasos que se acercaban cada vez más y más a ella.
Justo cuando acababa de enchufar las luces, una mano enguantada la aprisionó, tapándole la boca para que no pudiera gritar, inmovilizándola mientras la aguja hipodérmica se hundía en su cuello, justo en la arteria carótida, donde vació el líquido amarillento que contenía el vial.

Dejó transcurrir un par de minutos, el tiempo justo para que virus se repartiera por todo el organismo de Carmen, quien comenzaba a tener los primeros espasmos, para finalmente deslizar la fría y afilada hoja por su cuello, abriendo la herida mortal por la que comenzó a manar sangre a borbotones.

Dejó caer al suelo el cuerpo de aquella mujer, que se agitaba violentamente mientras su vida se le iba escapando por la herida, y sus ojos quedaron clavados en los de aquel desconocido, que se había sentado en el sillón mientras limpiaba la navaja con un pañuelo de tela de color blanco, a la vez que la observaba pacientemente, esperando poder confirmar que su experimento había sido un éxito.

Finalmente Carmen quedó inmóvil y todo quedó en silencio, el hombre miró su reloj e hizo una serie de anotaciones en la pequeña libreta que había sacado del bolsillo de su abrigo.



 “Lunes 24 de diciembre de 2018 18:53.
Hoy he procedido a inocularle el virus al sujeto 17.
Se trata de una mujer de mediana edad, complexión delgada y aproximadamente metro setenta de estatura.
He optado por ella porque vive sola en una casa aislada del resto de la población, lo que hace que sea idónea para evitar que el suceso del experimento 16 se repita y el virus se propague por accidente.
Esta vez parece que no ha habido efectos secundarios y el cuerpo del sujeto ha soportado bien los cambios.
En tan sólo unos segundos ha empezado a convulsionar, por lo que he decidido neutralizarlo temporalmente para comprobar la capacidad de regeneración del virus.
Llevo unos minutos observando su cuerpo y ya ha comenzado el proceso.
Al principio tan sólo he podido constatar un débil gemido casi imperceptible, pero poco a poco ha ido creciendo en intensidad, hasta que se ha convertido en un gruñido.
Parece que el sujeto comienza a despertar, por lo que estaré atento a lo q"


Carmen se incorporó, y sus ojos inyectados en sangre se clavaron en su atacante, que estaba concentrado en sus anotaciones.Con un salto se puso en pie y de un rápido movimiento que pilló por sorpresa al desconocido, se abalanzó sobre él con una agilidad asombrosa.

Apenas le dio tiempo a reaccionar, y cuando lo quiso hacer, cubriéndose con la mano con la que sujetaba la libreta, ya era demasiado tarde, pues los dientes de lo que hasta hace unos instantes había sido Carmen, se cerraron en torno a su mano enguantada.

De un fuerte empujón se libró de ella, tirándola contra el árbol de Navidad, haciendo que cayera enredada en él, con lo que ganó un tiempo precioso para recomponerse.

Aterrado el hombre vio como el mordisco había atravesado el guante y le había provocado una pequeña herida por la que sangraba ligeramente.

Si no se daba prisa estaba perdido.

Sin perder un segundo, empuñó la pistola que llevaba enfundada bajo el brazo, y apuntó a la cabeza del monstruo que luchaba por liberarse del árbol que lo tenía atrapado.

El silenciador del arma hizo que el disparo quedase ahogado, haciendo que el sonido del cráneo al estallar pareciera amplificado.

Soltó la pistola y con un rápido movimiento se quitó el cinturón, haciéndose un torniquete en torno a la muñeca de la mano herida.

Tenía que evitar a toda costa que el virus alcanzase el torrente circulatorio, si es que no lo había alcanzado ya.

Se dirigió a la cocina sabiendo muy bien lo que tenía que hacer.

Al ver la vitrocerámica maldijo su suerte, pero rápidamente ideó otra estrategia para tratar de cortar la infección.

Encendió el rollo de papel de cocina que había en la encimera con su mechero y lo introdujo en el fregadero. Mientras el fuego crecía, agarró la macheta que colgaba de la pared,  y sin pensárselo dos veces de un rápido y certero movimiento se seccionó la mano justo por debajo del cinturón con el que se había hecho el torniquete.

A punto de perder el conocimiento, se cauterizó la herida con el fuego que había improvisado, y el intenso dolor que sintió le hizo gritar.

Extenuado y con el cuerpo cubierto de sudor, volvió al salón a recoger su libreta y terminó sus anotaciones.


El virus ha actuado tal y como estaba previsto. El tiempo de incubación ha superado mis expectativas y se ha acortado enormemente.
Ya está listo para pasar a la fase B.
El sujeto me ha mordido y ha atravesado el guante de seguridad.
He tomado medidas drásticas pero no estoy seguro de haberlo atajado a tiempo, por lo que estaré atento a


Sufrió un espasmo que le hizo contraer la mano, partiendo en dos el bolígrafo con el que estaba escribiendo.Estaba perdido.

Lo último de lo que fue consciente antes de sucumbir al frenesí fue que involuntariamente se había convertido en el sujeto 18.

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