martes, 25 de septiembre de 2018

Ocho escalones.


                Acompañado tan sólo por su agitada respiración y el sonido de sus pasos, Josué enfiló el último tramo de aquellas oscuras escaleras antes de llegar a la puerta del pequeño apartamento que había comprado en las afueras.

Le costaba respirar y sentía calambres en las piernas, pero se había prometido a sí mismo no volver a utilizar el ascensor desde que, hacía tan sólo dos días, se quedó encerrado durante cuatro horas hasta que consiguieron rescatarle.

Y él siempre cumplía sus promesas.

Siempre las cumplía desde la última vez que mintió.

Todavía le quedaban ocho escalones para llegar a su meta, todo un infierno en el que los viejos demonios de su pasado comenzaron a desfilar ante él haciendo que el ascenso se tornara imposible.

 Mientras miles de agujas se clavaban en sus pantorrillas al subir el primer escalón, recordó la primera vez que mintió a su madre. Aquel gatito blanco que le regalaron, y cuyos intensos ojos azules volvía a tener ante él, no se escapó como les hizo creer, sino que su cuerpo eviscerado descansaba enterrado en el jardín de aquella casa unifamiliar donde sus padres habían decidido afincarse cuando se enteraron de que esperaban a su primer hijo.

Aquella fue la primera vez que mató.

Al ascender al segundo escalón, sus tobillos emitieron un gruñido de protesta, pues sus casi ciento cincuenta kilos llevaban hasta el límite sus maltrechas articulaciones a cada paso que daba, mientras recordaba como el pequeño cuerpo de su hermanita dejaba de moverse bajo la almohada con la que había decidido hacerla dormir para siempre.

Aquella fue la última vez que mintió a su madre.

El tercer escalón le hizo aullar de dolor, pues al intentar aferrarse a la barandilla sus dedos resbalaron y clavó las espinillas en el filo del cuarto escalón. Al día siguiente tendría un buen moratón, como el que rodeaba su ojo aquel día en el que mintió a su profesora cuando esta le preguntó por el origen de aquel color violáceo, y que, lejos de haber sido causado por el golpe contra su mesilla de noche, tal y como él afirmó, fue producido por los nudillos de su padre... o lo que quedaba de su padre, ya que tras la muerte de Alba, y el posterior suicidio de su madre, se refugió en la bebida para olvidarse de todo, incluso de las funciones que, como padre, quedaron sin desempeñar.

Aquel fue el primero de muchos golpes.

Sentado en el cuarto escalón acariciándose la zona dolorida, recordó como abrazado a su tía, esta intentaba consolarle acariciándole el pelo, tratando de mitigar aquel falso dolor que mostraba por la muerte de su padre, mientras él, no tanto por el roce de los turgentes senos de aquella despampanante mujer, sino por la presencia de aquel cuerpo frío y sin vida, sufría una dolorosa erección que tuvo que aliviar con furia una vez se quedó a solas por última vez con su padre, cuya muerte fue una nueva mentira, al igual que ocurriera años atrás con su madre.

Aquella fue la última vez que se dejó abrazar por nadie.

Haciendo un esfuerzo titánico consiguió coronar el quinto escalón, y un atisbo de euforia le invadió, como la que sintió mientras la vida de su compañera de clase se escapaba entre sus dedos en aquel solitario parque donde la había llevado con la falsa promesa de hacer, bajo la complicidad de las sombras, lo que  tantas veces ella le había pedido.

Aquella fue la primera de muchas presas.

Cogió aire e impulso para alcanzar el sexto escalón, donde le visitó el recuerdo de aquella revisión médica en la que mintió a los doctores cuando le preguntaron por el tipo de dieta que seguía para haber alcanzado el descomunal peso que marcaba la báscula, mientras los cuerpos descuartizados de sus presas aguardaban en su nevera a formar parte de alguna de aquellas deliciosas recetas con las que agasajaba a sus invitados.

Aquella fue la última vez que visitó a un médico.

Ya en el séptimo escalón, donde vació todo el contenido de su estómago, rememoró el día en el que todo cambió, aquel día en el que tras haberla engañado, como a tantas otras, y justo cuando estaba a punto de culminar su ritual, igual que en todas las demás ocasiones, algo despertó en él una extraña sensación que nunca antes había vivido y que hizo que en el último momento decidiera dejarla con vida, pues ella estaba disfrutando tanto como él, y cuando deshizo sus ligaduras, le confesó que tenía sus mismas intenciones.

                Aquella fue la primera vez que se enamoró.

             Cayó desplomado sobre el octavo escalón, entre convulsiones mientras la puerta de su casa se abría y ella se acercó a él con su perversa sonrisa. Se agachó y mientras le mesó el cabello con una mano, le clavó la jeringuilla que sostenía con la otra, inyectándole una dosis letal del veneno que llevaba días debilitándole.

                Aquella fue la primera y la última vez que alguien le engañaba.

                Al dejar de respirar todo se tornó negro y sintió como si flotase atraido hacia una intensa luz que le hizo cerrar los ojos con fuerza.

                Al abrirlos de nuevo vio ante él a aquel gato blanco con sus enormes ojos azulados mirándole fijamente, al mirar sus manos comprobó que sostenía aquel cuchillo con el que empezó todo.

                Entonces lo entendió y supo lo que tenía que hacer.

                Mientras el gato ronroneaba frotándose contra él, terminó de enterrar aquel cuchillo.

                Aquella fue su segunda oportunidad.

               

7 comentarios:

  1. Genial!!! Crees en segundas oportunidades?
    - trecetuercas.wordpress.com -

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    1. Y en terceras, y en cuartas.
      La gente cambia.
      Si los que aprovechan la primera oportunidad lo hace y cambia para mal, ¿por qué no iba a hacerlo alguien que se ha equivocado?
      Gracias por el comentario.
      ;-)

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    2. Muchas gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado.

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  2. Me ha gustado mucho, es original y con un final que sorprende.

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    1. Gracias por tus palabras, por molestarte en dejar un comentario, y sobre todo gracias por leerlo.

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  3. Genial relato y giro final, querido amigo. ¡Enhorabuena!

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