domingo, 30 de octubre de 2016

¿Truco o trato?


          Soltó un suspiro mientras contemplaba las polvorientas condecoraciones que colmaban la vieja estantería de roble. Recuerdos de otro tiempo, en el que vivir no se había convertido en una condena, y en los que la tristeza que sentía en esos momentos era algo impensable.

          Una vida llena de ilusiones, proyectos y esperanza, que se fueron al traste de la manera más estúpida.

          Cerró los ojos, apretando los párpados con fuerza, como queriendo borrar ese recuerdo que le atenazaba el alma, ese martilleo constante en la conciencia que no le dejaba vivir en paz.

          Había participado en cientos de misiones, y había apretado el gatillo miles de veces, cercenando vidas sin sentir el más mínimo remordimiento, pero aquella noche fue distinto.

          Apostado en la azotea de uno de los numerosos rascacielos que poblaban Washington DC, observaba al objetivo que la CIA llevaba varios meses vigilando, a través de la mira telescópica de su rifle, esperando el momento oportuno para apretar el gatillo, tal y como llevaba haciendo toda la vida.

          Y eso fue lo que hizo, controló la respiración, bajó su ritmo cardiaco y entre dos latidos apretó el gatillo, pero algo falló.

          A través del objetivo vio como la cabeza del  objetivo seguía intacta, entre una nube de sangre y polvo de hueso que dejó a su paso aquella maldita bala.

          Inmediatamente fue consciente de lo que había ocurrido, pues clavó su mirada en los ojos sorprendidos del pequeño que se encontraba en esos momentos entre él y el objetivo.

          Unos enormes ojos negros que poco a poco se fueron alejando mientras el cuerpo al que la vida abandonaba sin remedio, caía empujado por la fuerza del impacto.

          Los caramelos que contenía la calabaza de plástico que aún sujetaba con fuerza, salieron disparados en todas direcciones.

          Se aclaró las lágrimas con el dorso de su mano libre, y volvió a suspirar.

          Nada volvió a ser lo mismo desde entonces. Su conciencia pudo con él, y se abandonó al alcohol. El alcohol hizo el resto, consiguiendo que todos le abandonasen a él.

          Pero algo más cambió, pues las visitas del pequeño Danny se fueron sucediendo a lo largo de los años, coincidiendo con la noche de Halloween.

          Esa noche no era una excepción, y él lo sabía, lo esperaba, casi lo ansiaba.

          Cuando el reloj dio las doce, apareció de nuevo la figura del pequeño vestido de Spiderman, con esos ojos negros que se clavaban en lo más profundo del alma del viejo francotirador.

          Nunca había dicho nada, y esa noche tampoco lo hizo, simplemente se quedó de pie, mirándole fijamente.

          Lejos de sentir miedo, esta vez le sostuvo la mirada.

          -Lo siento.

          Levantó la pistola, la puso en su sien y disparó.

          Fue consciente de como perdía el control de su cuerpo, mientras seguía de pie mirando esos intensos ojos negros, que le contemplaban impasibles, sin expresar ningún sentimiento.

          Como si flotase, cayó de rodillas, quedando su cabeza a la altura de la del pequeño, quién levantó la mano en la que portaba la calabaza repleta de caramelos.

          -¿Truco o trato?.

          El viejo francotirador sonrió.

          Entonces todo se volvió negro y sintió alivio.

          El pequeño Danny sonrió y desapareció como había aparecido.