Las oscuras nubes se
abren para mostrar el brillante resplandor de la luna llena en medio de esta
gélida noche de diciembre.
De pronto, entre
sudores, despierto. Mis pupilas quedan fijas en esa esfera de luz brillante y
fría. Mis sienes palpitan, mi cuerpo tiembla y comienza otra vez ese dolor.
Es intenso, cortante
e insoportable, pero me reconforta, pues tras el dolor, siempre llega la ansiada
libertad.
Entonces, mi
verdadero yo, o al menos, el que me gustaría que fuese mi verdadero yo, ese que se
halla oculto, sumergido en el interior de este cuerpo débil, lampiño y
enfermizo, bajo la personalidad de un buen hijo, mejor padre y marido ejemplar,
brota de entre las sombras, guiado por la luz que irradia la luna.
El viejo pijama se
desgarra, la mandíbula se me alarga, y un manto de vello hirsuto como alambre crece
en todo mi cuerpo, llenándolo, colmándolo.
Mis piernas, de
rodillas quebradizas y débiles, esas que tantos problemas me han dado, ahora
son fuertes y musculosas patas de animal, capaces de moverse más rápido de lo
que nadie podría jamás imaginar, y que pueden dar saltos inimaginables para
cualquier persona.
Atravieso la ventana
cual papel de fumar, y entre los miles de pequeños cristales, salgo a la
calle, con un aullido de triunfo.
Vuelvo a ser libre.
Siento un frenesí incontrolable y sin la menor intención de pararlo, rompo a correr por las
azoteas con el viento silbando en mi espalda y vuelvo a aullar, pero esta vez
es la noche la que me devuelve un grito de euforia.
¿Euforia? No. Es
terror.
Un terror que al fin
puedo contemplar en los ojos que se atisban entre mis poderosas garras, las de
mi primera víctima. No la dejo gritar otra vez. No hay tiempo. Ahora su cálida sangre
inunda mi garganta, cubre mi hocico, resbala por mis colmillos. Sangre... qué liberación.
Vuelvo a aullar.
Nada.
Sólo silencio.
Silencio y
oscuridad.
Una intensa luz en
medio de la noche me hace cerrar los ojos.
Y entonces, su voz
me hace volver a la realidad.
-Cariño, ¿qué haces mordiéndola
almohada? La vas a llenar de babas…otra vez.